En el mundo de las finanzas, cuando hablamos de una “cobertura”, imaginemos que estamos construyendo un paraguas financiero. La idea central es protegernos de posibles “lluvias” inesperadas, es decir, de movimientos adversos en los mercados que puedan dañar nuestras inversiones.
Una cobertura es básicamente una estrategia o un instrumento financiero que utilizamos para compensar el riesgo de una posición existente. Piénsalo así: si tienes una inversión que podría perder valor si suben las tasas de interés, podrías “cubrir” ese riesgo invirtiendo en algo que se beneficie de ese aumento.
No se trata de eliminar el riesgo por completo, sino de mitigarlo, de reducir la potencial pérdida. Es como tener un seguro para tu vehículo; esperas no tener que usarlo, pero te da tranquilidad saber que estás protegido si ocurre un imprevisto. O sea, una cobertura es una forma inteligente de gestionar la incertidumbre en los mercados financieros, buscando estabilidad en medio de la volatilidad.
Cuando la inflación aprieta, la gente activa el modo “supervivencia financiera”. Vemos cómo adelantan compras de neveras o sacos de cemento, pensando que mañana costarán un ojo de la cara. Otros se refugian en ladrillos, comprando terrenos como si fueran el último oasis. Y ni hablar de los que atesoran arroz y jabón, por si acaso.
La búsqueda de dólares o euros se vuelve una constante, como si fueran el nuevo oro. Y para algunos, el trueque revive, recordándonos tiempos ancestrales.
Ojo, la inflación pega, sí, pero no a todos por igual. El que tiene más ingresos sufre menos que el que vive al día. Y el que puede invertir en propiedades o tiene deudas fijas, a veces hasta saca ventaja. Las empresas con poder para subir precios también ven su tajada. La inflación es un bicho raro, complejo y con efectos desiguales, ¡así de sencillo!
Debo confesar que la narrativa de que la utilidad de Bitcoin se centra en protegernos contra la inflación siempre me ha parecido un tanto peculiar. Porque, seamos honestos, escapar de la inflación es relativamente sencillo. Es algo que la gente ya ha aprendido a hacer, casi de forma intuitiva. La sabiduría popular nos dice que es mejor gastar el dinero que conservarlo bajo el colchón, viendo cómo su valor se erosiona con el tiempo. La gente compra acciones, bienes raíces, electrodomésticos o cualquier activo tangible precisamente porque el dinero pierde poder adquisitivo y el precio de las cosas tiende a subir. O sea, no es un gran misterio. Que ahora gracias a la llegada de Bitcoin por fin tenemos la solución.
Consideremos la inflación actual en Estados Unidos, que se mantiene por debajo del 5% anual. Francamente, no resulta una tarea titánica encontrar inversiones que ofrezcan un rendimiento superior a ese porcentaje. En este caso, cubrirse de esa inflación no es física cuántica. Para muchos, incluyéndome, superar esa barrera no representa un desafío significativo. Lo que realmente anhelamos es que nuestro portafolio no solo preserve su valor, sino que lo incremente sustancialmente, idealmente superando el rendimiento del S&P 500. Un retorno superior al 20% anual, por ejemplo. Eso sí es un desafío.
Seamos sinceros, lo que nos atrae de Bitcoin no es primordialmente su capacidad para escudarnos de la inflación. Lo que verdaderamente nos seduce es su potencial de crecimiento explosivo. En un año favorable, Bitcoin puede duplicar, triplicar o incluso multiplicar su valor. En esos períodos de auge, se convierte en una inversión mucho más lucrativa que las grandes tecnológicas o los activos tradicionales.
Existe una distinción fundamental entre protección, que se basa en el miedo y busca la estabilidad –una suerte de cobertura contra la pérdida de valor–, y un activo de crecimiento, que se cimienta en el optimismo, la asunción de riesgos y el potencial de una expansión agresiva.
Entonces, ¿por qué muchos insisten en vender a Bitcoin como un activo de protección contra la inflación? Quizás sea una herencia de la filosofía libertaria y su añoranza por el patrón oro, una defensa de un sistema monetario supuestamente más sólido y resistente a la manipulación gubernamental. Por otro lado, es innegable que la narrativa de la seguridad y la estabilidad puede generar más confianza y prestigio en ciertos círculos, aunque la realidad del mercado de criptomonedas diste mucho de ser un remanso de paz.
Pero cuando la narrativa se aleja demasiado de la realidad, inevitablemente genera desconfianza y confusión entre los inversores.
¿Qué es realmente una cobertura contra la inflación? Imaginemos que debemos realizar una compra importante dentro de un año. Existe el riesgo de que el precio de ese bien o servicio aumente durante ese período. En ese escenario, sería prudente activar un mecanismo para cubrir ese riesgo. Si anticipamos un aumento del 10%, podríamos invertir en un instrumento financiero que nos garantice un rendimiento similar en ese plazo, neutralizando así el impacto de la inflación en nuestro poder adquisitivo para esa compra específica. Eso sería una cobertura de inflación.
Ahora bien, ¿sería Bitcoin una buena elección en este caso? Claramente no. Su inherente volatilidad lo convierte en una opción demasiado arriesgada para una estrategia de cobertura a corto plazo. En lugar de reducir la incertidumbre, añadiría una capa adicional de imprevisibilidad a nuestra planificación financiera.
En conclusión, la verdadera propuesta de valor de Bitcoin reside en su potencial de crecimiento a largo plazo. Su objetivo principal no debería ser simplemente superar la inflación –algo relativamente alcanzable con diversas estrategias de inversión– sino, con suerte y una visión a largo plazo, superar el rendimiento de índices bursátiles consolidados como el S&P 500. Bitcoin es una apuesta por el futuro, por la disrupción y por la posibilidad de obtener rendimientos significativamente superiores a la media, asumiendo, eso sí, un nivel de riesgo acorde a esa ambición de crecimiento.
En definitiva, la obsesión con Bitcoin como escudo anti-inflación desdibuja su atractivo real: un motor de crecimiento con potencial para batir mercados tradicionales. Mientras cubrirse de la inflación básica es juego de niños para muchos, la sed de ganancias exponenciales es otra liga. Bitcoin no es el paraguas contra la lluvia moderada, sino el cohete que aspira a la estratosfera financiera. Su volatilidad lo aleja de coberturas prudentes, pero lo posiciona como una apuesta audaz por el futuro, donde la multiplicación del capital es el verdadero premio.
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.