En las últimas semanas, cada viaje a la gasolinera en España se ha convertido en una pequeña dosis de angustia. El ritual de llenar el depósito, antes rutinario, ahora nos enfrenta a cifras que duelen, y que nos recuerdan que, de nuevo, el precio del combustible está en una escalada sin freno. ¿Por qué ocurre esto? ¿Es una conspiración o una tormenta perfecta de factores económicos? Y lo más importante, ¿qué podemos hacer para que nuestros bolsillos no acaben en la UCI?
No hay un único culpable en esta película de terror para los conductores. La realidad es un entramado complejo de variables que, al unísono, empujan la aguja del surtidor hacia arriba.
Primero, el petróleo crudo. Este es el gran actor principal. El precio del barril, que se negocia en mercados internacionales, es el punto de partida. Y aquí entran en juego una serie de elementos que lo hacen bailar al son de la incertidumbre global. Por un lado, tenemos a la OPEP+, esa alianza de países productores que, con sus decisiones de bombear más o menos crudo, pueden mover el mercado a su antojo. Si deciden reducir la producción, la oferta baja y, por pura ley de mercado, el precio sube. Es la vieja estrategia de «menos es más» aplicada a gran escala.
Pero la geopolítica también tiene mucho que decir. La guerra en Ucrania, que sigue siendo un factor desestabilizador, y las crecientes tensiones en Oriente Próximo, que en cualquier momento podrían afectar rutas marítimas cruciales como el Estrecho de Ormuz, son bombas de relojería que mantienen en vilo a los mercados energéticos. Cualquier chispa puede prender la mecha y disparar los precios.
La especulación, esa bestia indomable de los mercados financieros, también mete su cucharada. Los inversores apuestan por futuros del petróleo, y sus movimientos pueden amplificar las tendencias, creando burbujas o acentuando caídas. Y no olvidemos el tipo de cambio euro-dólar. El petróleo se compra y vende en dólares, así que si el euro se debilita frente a la moneda estadounidense, para España y el resto de la eurozona, el barril se encarece, aunque su precio en dólares se mantenga estable. Es como si el mismo producto nos costara más solo por cambiar la divisa con la que lo pagamos.
Segundo, los impuestos. Aquí es donde el Estado mete la mano, y lo hace con ganas. Más de la mitad de lo que pagamos por cada litro de gasolina se va en impuestos. El Impuesto Especial sobre Hidrocarburos (IEH) es una carga fija por litro, mientras que el IVA, con un 21%, se aplica sobre el precio final, incluyendo ya el propio IEH. Sí, has leído bien: pagamos impuestos sobre un impuesto. Para muchos, esto es una doble imposición que agrava aún más la situación.
Y tercero, los márgenes de distribución y comercialización. Aquí hablamos de los costes de las refinerías, los mayoristas y, por supuesto, las estaciones de servicio. Hay que sumar los gastos de logística, el transporte, el personal, el mantenimiento de las instalaciones y, obviamente, el beneficio que se llevan en cada etapa de la cadena. Además, la concentración de grandes petroleras en el mercado español puede limitar la competencia, lo que no ayuda precisamente a que los precios bajen.
Para los hogares, el golpe es contundente. La subida de la gasolina significa una pérdida directa de poder adquisitivo. El dinero que antes se destinaba a ocio, ahorro o incluso a otras necesidades básicas, ahora se esfuma en el surtidor. Es menos dinero disponible para todo lo demás. Y lo peor es que esto se traduce rápidamente en un aumento de la inflación. ¿Por qué? Porque el transporte es una pieza clave en la cadena de suministro. Si a la empresa que transporta los alimentos o la ropa le cuesta más mover su mercancía, ese coste se repercute en el precio final del producto. Así, lo que pagas por la gasolina se te devuelve multiplicado en la cesta de la compra. Es un círculo vicioso del que es difícil escapar.
El sector del transporte, vital para la economía, está sufriendo de lleno. Transportistas, taxistas, autobuses… todos ven cómo sus costes operativos se disparan. El margen de beneficio se reduce drásticamente, y para muchos pequeños empresarios, la situación se vuelve insostenible. El riesgo de cierres de empresas es real, lo que no solo implica pérdida de empleos, sino también un impacto en la capacidad de mover bienes y personas por todo el país.
A nivel macroeconómico, la subida del combustible actúa como un freno. Al mermar el poder adquisitivo de los ciudadanos y elevar los costes de las empresas, se desacelera el crecimiento económico. Hay menos dinero para el consumo, las inversiones se ralentizan y la recuperación, que ya venía con pasos lentos, se tambalea.
Soluciones al alcance de la mano: Un respiro para el bolsillo
Aunque no podemos controlar el precio del petróleo en los mercados internacionales ni los impuestos que decide el gobierno, sí podemos tomar medidas para aliviar el golpe en nuestro bolsillo.
La primera es la conducción eficiente. Puede sonar a perogrullada, pero es increíble la diferencia que puede marcar. Evitar acelerones y frenazos bruscos, mantener una velocidad constante, usar Para aliviar el impacto del alto precio del combustible, la clave está en la conducción eficiente: usa marchas largas, evita acelerones y apaga el motor en paradas largas. Un buen mantenimiento del vehículo es vital: revisa la presión de los neumáticos, cambia filtros y bujías, y vacía el maletero para reducir peso innecesario. Además, la planificación es tu aliada: busca rutas eficientes, comparte coche y opta por el transporte público, la bicicleta (mi opción preferida) o caminar para distancias cortas. Si puedes, el teletrabajo también te ahorrará valiosos euros. Pequeños cambios que marcan una gran diferencia.
Finalmente, sé un consumidor inteligente. Utiliza aplicaciones o webs para comparar los precios de las gasolineras más cercanas. A menudo, las gasolineras «low cost» o las de los supermercados ofrecen precios mucho más competitivos. Y si miras a largo plazo y tu economía lo permite, plantéate la transición a vehículos más eficientes: un híbrido o, mejor aún, un eléctrico. Aunque la inversión inicial sea mayor, el ahorro en combustible y mantenimiento puede ser significativo, siempre y cuando la infraestructura de carga en tu zona sea adecuada.
En definitiva, la situación es compleja y los bolsillos están al límite. Pero con información, planificación y un poco de disciplina al volante, podemos sortear mejor esta tormenta de precios. ¿Qué otras estrategias utilizas tú para ahorrar en gasolina?
Aclaración: La información y/u opiniones emitidas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista o la línea editorial de Cointelegraph. La información aquí expuesta no debe ser tomada como consejo financiero o recomendación de inversión. Toda inversión y movimiento comercial implican riesgos y es responsabilidad de cada persona hacer su debida investigación antes de tomar una decisión de inversión.