Es martes a primera hora de la mañana en Madrid. Sandra Barneda (Barcelona, 1975) tiene un día… Dejémoslo ahí. Se sube a un Uber, su destino es esta entrevista, y llega la primera sonrisa de la mañana. La chica al volante acaba de estrenarse como conductora. Le cuenta que «el trabajo está muy mal», que tiene un hijo y que se monta en el coche a las cinco de la mañana y se baja a las cuatro de la tarde para poder vivir.
-¿Sabes que eres a la primera persona famosa que llevo?
-Ah, ¿sí?
-Yo no veo Supervivientes, pero me hace mucha ilusión que seas tú. Voy a llamar a mi hermana para decírselo.
Es gracias a esto y a otras muchas cosas que se irán desvelando en esta entrevista por las que Sandra Barneda ha aprendido a convivir con una fama, la suya tan particular como lo es ella. Es la presentadora a contracorriente -«no saben dónde encajarme y por eso encajo en todas partes», la que ha luchado por «ser yo» y «no desviarme».
Ella se define, increíble y sorprendentemente, como «tímida», e increíble y sorprendentemente como «extrasensible».
Cuando empezó en este mundo, hace 28 años, cuenta, le costó que entendieran su manera de comunicar, incluso su forma de ser, «porque me veían fría». Afirmo: de fría no tiene un pelo. Lo que sí tiene es las ideas tan claras que en esta conversación de más de una hora me podría haber convencido de cualquier cosa.
No se llega a mantener una carrera como la suya sin la capacidad de comunicar bien. A estas alturas, dice, ha encontrado «el equilibrio», al menos en lo profesional. Aunque en ella lo personal y lo profesional están voluntariamente ligados. Lo aprendió -pronto descubriremos cuándo y cómo- hace mucho, «cuando era una pipiola». Tardó en entenderlo, pero ocurrió.
«Profesionalmente estoy… madura. Eso te da confianza, serenidad, equilibrio, ése que cuesta tanto encontrar. Estoy surfeando con el éxito de la última edición de La isla de las tentaciones, que ha sido… [resopla] Estoy contenta, porque me siento valorada, querida (y recuerda a la chica del Uber), respetada». Pero, ¡ojo!, llegar a esto cuesta: «El equilibrio me ha costado mucho. Soy distinta y no me entendían. Por suerte he evolucionado. Creo que para comunicar tienes que evolucionar desde dentro. También los tiempos han avanzado y se han modernizado a mi favor», dice entre risas.
Vestido,
de Inma
Linares.
Sandalias,
de Guess.
Fue en el espacio de Jesús Calleja, Universo Calleja, donde Barneda se abrió en canal y relató la muerte de ese ser querido. Revela que no ha podido ver todavía ese programa. Decidió ir porque su propia hermana se lo pidió. Aquella experiencia fue un antes y un después, no sólo para el público que vio a esa Sandra Barneda extrasensible, sino por lo que supuso para ella: empezar el duelo y sacar el dolor hacia fuera. «Mira», apunta, «he aprendido a gestionar las emociones en el sentido de no exigirme».
¿A qué te refieres?A que si hay un día que estoy más baja, pues intento conectar y tratar esa sensibilidad. No puedo esconder que estoy mucho más sensible, porque si lo escondo lo paso mal… En nuestro escenario de la televisión y de la comunicación tenemos que trasladar lo que es la vida en todos sus colores, porque eso nos refuerza como seres humanos. ¿Por qué no podemos mostrar tristeza, enfado, ira? Sé que no está bien visto, pero a mí me gusta mostrarlo porque forma parte de mí.Unos párrafos más arriba hablábamos del mayor aprendizaje que tuvo una Sandra Barneda pipiola y ha llegado el momento de explicarlo. Es un relato triste, pero la presentadora lo cuenta con una sonrisa porque gracias a lo que ocurrió aquel día, uno de los principios que han guiado y guían su vida ha quedado tatuado en su alma.
Sandra tenía 21 años. Acababa de llegar a Madrid y estaba intentando hacerse un hueco en el complicado mundo de la comunicación. Una tarde quedó con un presentador que «era la bomba, lo tenía todo». «Yo me llevaba muy bien con él y, fíjate, era una chavalilla recién aterrizada en Antena 3», cuenta. Él estaba «en el cenit total». Era, además, «querido por todo el mundo». Aquella tarde, desde bien pronto, el presentador, del que no quiere revelar el nombre por respeto a su intimidad, empezó a beber mucho. «Se emborrachó» y «yo, con mis 21 añitos, no sabía muy bien qué hacer ni entendía por qué». De repente, él se puso a llorar. «En ese momento me dijo: ‘Me siento solo, tengo una tristeza profunda y te pido por favor que esto no te pase a ti, porque te veo una buena chica’. Me quedé loca».
Sandra lo subió en un taxi, pidió ayuda al taxista para que lo llevase hasta su habitación y a la mañana siguiente aquel presentador la llamó para pedirle disculpas porque se sentía «avergonzado». «¿Sabes la verdad? Para mí fue un regalo lo que me hizo, porque siempre había pensado que yo no podía estar despegada de mi persona. El personaje no se puede apoderar de mí. Lo he tenido siempre muy presente. Mi persona tiene que estar cada vez más unida al personaje», explica.
Fue por esto por lo que hace ya muchos años Sandra Barneda decidió contar públicamente que es homosexual: «Siempre me he sentido distinta con el tema, al no estar dentro de los cánones de la mujer homosexual. No me entendían».
Top, de Simorra. Falda, de Purificación García. Zapatos,
de Magrit. Pendientes Clash, de Cartier.
Y lo resume así: «Si tú tienes el mayor de los éxitos, si eres superquerido y valorado, pero luego te sientes solo, tienes que trabajar para que tu persona esté unida a tu personaje. Yo me paseo con mi perro por la calle o voy al mercado y no tengo ningún problema en que me miren, se paren a hablar conmigo… No lo rechazo porque no me genera ningún problema. Lo que puedan ver de mí es lo que yo he aceptado».
Presentadora, periodista, escritora, se considera la presentadora «comodín». De hecho, es de las pocas que comenzaron en Informativos, en política y actualidad, para convertirse luego en estrella del entretenimiento. Hace un par de meses comió con un grupo de políticos y uno de ellos le pidió que volviese al periodismo político porque «le ponía que lo entrevistara yo». «Pero ¿cómo voy a volver a hacer política si estoy ahora presentando Supervivientes y La isla de las tentaciones?», les dije. Les dio igual y me pareció impresionante que pasase eso».
Sandra no sabe de dónde le viene esa capacidad de poder estar en los dos extremos de la comunicación y que en ambos sea respetada. «Creo que es porque yo tengo mis límites, mis líneas rojas y no las traspaso nunca», sentencia.
Era el año 1997 cuando Sandra Barneda llegó a la televisión, primero a RTVE Cataluña, después a Antena 3. Luego vino Telemadrid junto a una pareja con la que de primeras podía parecer que no encajaba, Germán Yanke. Juntos presentaron durante tres años Diario de la noche, se compenetraban a la perfección siendo uno de Marte y ella de Venus. ¿Por qué? Porque, dice ella, él siempre respetó su rebeldía. Se rebela también contra los efectos secundarios del éxito -«no quiero que me aísle», dice-, como lo hizo cuando le pedían que sonriera al dar una noticia de la guerra de Chechenia.
Has dicho en más de una ocasión que uno de los momentos más importantes en tu vida fue cuando dijiste que eras homosexual. ¿Cómo lo viviste?Por etapas. No fue una cosa de repente. Fue una necesidad, pero para mí, no para dar ejemplo a nadie. Mira, yo soy muy Juana de Arco, me meto en cualquier jardín cuando pienso que algo no es justo. Lo defiendo, lo intento proteger, pero con el tema de mi homosexualidad me sentía arrestada, me sentía limitada. No quería estar así porque no era justo ni para mí ni para la gente….Y te quitaste la coraza.Cuando lo dices, la gente a veces te mira como si fueras una extraterrestre. Y no sólo te ven así, es que hay medios que aún hoy me siguen llamando sólo en la semana del Orgullo Gay y siempre les digo que no, porque no están considerando otros talentos que he demostrado tener. Pero bueno, es otra muestra de que todavía tenemos que evolucionar.¿Te juzgaron más por tu físico o por tu homosexualidad?Cuando solté el discurso en Hable con ellas sobre la homosexualidad -en 2014- por el que me criticó gente como Boris Izaguirre y buena parte del lobby LGTBI, y me sorprendió. Yo dije, y lo sigo pensando, que no creo en las banderas, que el amor tenía que ser libre, porque me parecía un discurso más avanzado, sobre todo para las nuevas generaciones. Lucharé siempre, pero creo que las revoluciones se hacen desde dentro.Trench de piel, de Fendi. Vestido,
de Dolce & Gabbana. Sandalias, de Martinelli.
La presentadora es perfectamente consciente de que la sociedad española ha avanzado muchísimo, pero también es sincera al afirmar que estamos en un momento de impasse donde asusta la posibilidad de perder «lo que ya habíamos conseguido». «¿Qué sociedad queremos construir? Tengo la sensación de que la española está todavía en lucha, pero porque se hacen cortinas de humo políticas. Es pan y circo. Pero el circo, en vez de encargarse del pan, de los problemas de la vivienda, de los jóvenes… es el discurso. Y lo peor, el circo son cosas en las que ya nos habíamos puesto de acuerdo», afirma.
Y añade: «Ya no existe el nacionalismo catalán, pues vamos a meternos con el feminismo. El terrorismo ya no está, pues ‘cuidado, hombres, que llega la guerra de los sexos’. Y no, no hay ninguna guerra. A mí me recuerda a El cuento de la criada, pero confío en que muchos estaríamos en la resistencia».
En esto tiene muy presente a su sobrino. Él era quien le decía que no creía en la política porque no estaba haciendo nada por los jóvenes. «Hay una serie de preguntas que son las que tendrían que estar en el discurso y no esta pelea ideológica que se aleja de las necesidades sociales», dice, «creo que los políticos están tirando demasiado de la cuerda… y también, que todavía tenemos que darnos cuenta de que hemos cambiado muchísimo y la política no está a la altura de ese cambio, sino por detrás».
Pantalón, de Roberto Verino. Camisa, de Emporio Armani. Cuello rojo, de Ángel Schlesser. Pendientes Juste un Clou, de Cartier.
Para llegar hasta ahí Sandra Barneda tuvo que aprender no sólo a escucharse a sí misma sino a hablarse a sí misma. Una vez, en terapia, el terapeuta le dijo que lo hacía con «una voz del paleolítico». Le dolió: ¿cómo iba ella a hablarse así? Pues sí, se hablaba «muy mal». Ya no. «Tenemos que saber lo que nos hace felices. Hay que trabajar lo de dentro, escucharnos mucho. El universo está dentro de nosotros. Y es eso lo que después reflejamos hacia fuera».
Eres diferente…No soy lo esperado ni de un lado ni de otro. Mi conclusión: lo diferente da miedo o no gusta o pone nervioso.Maquillaje y peluquería: Ruth García Ruiz
Asistente de estilismo: Andrea Rivera
Asistentes de fotografía: Germán Arbós y Luis Spínola
Producción: Asha Martínez